sábado, 31 de julio de 2010

¡Ay, mamá!... por eso te quiero tanto

Hoy tuve un día fatal. Me levanté renegando, discutí con mi mamá, fui cancelado para asistir a una reunión con mis ex compañeros de trabajo y pasé más de doce horas sin probar bocado alguno. Sin embargo, todo esos malos momentos valieron la pena para darme cuenta que adoro a mi madre.

Había llegado a las 4:00 am. del jueves 29 de julio, luego de una amanecida más en el trabajo. Calculo que concilié el sueño cerca de una hora después. A los 11:00 am. mi mamá me levantó gritando. “Victorhugito, levántate. Está servido el saltado de carne para el desayuno”, dijo. Entre frío y cansancio, por dormir cerca de seis horas, desperté con pésimo humor.

“¿A qué hora llegaste anoche?, ¿el martes llegaste a las siete de la mañana, no?”, consultó mi mamá. “Siempre me preguntas lo mismo. Sabes que trabajo de madrugada y hay veces que tengo problemas con el programa con el que trabajo. Además, el miércoles cerraron las calles cercanas a Palacio de Gobierno y no había taxi. Tuve que esperar a que amaneciera, ya te lo había dicho”, respondí de muy mala forma a mi madre mientras me engullía el delicioso saltado.

“Si no deseas que te pregunte no lo haré más”, aclaró mi mamá. La molestia se instaló en ella por horas y las aguas se calmaron de cierta forma luego de tomar algunos Pisco Sour en el almuerzo como parte de la celebración por Fiestas Patrias.

Llegada la noche decidí salir al trabajo sin cenar. Total, iba a encontrarme con mis amigos y podía pedir algo para comer en el bar-restaurante. Tras llegar al trabajo me sorprendí al leer un correo que cancelaba la reunión. Me dejaron cambiado para la ocasión y sin nada en el estómago desde las 2:00 pm.

Tras la salida del trabajo, planeamos entre mi compañero y yo comer un rico sanguchón en “El Cocoliso”. Pasada las 3:00 am. nos dimos con la sorpresa que en toda la avenida Alcazar no había una sola sanguchería abierta.

Maldije mi mala suerte y el mal día que me tocó afrontar. Decidí ir a mi casa para ver qué encontraba. Había hamburguesa y hot dog por preparar, pero encontré algo del saltado con carne.

Sentado en la mesa recordé la estupidez que cometí en la mañana. Había faltado el respeto a mi madre pese a que ella me quería engreír con un exquisito desayuno y sus preguntas solo eran de preocupación. Comí entre sollozos esa misma comida que desató mi mal humor por la mañana y me apaciguó por la noche el hambre que tenía.

Por eso te quiero tanto mamá. Mil disculpas.

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