Estoy seguro que no soy el único que vivió la transformación de los videojuegos y ahora que se experimenta una gran variedad de plataformas, donde la Internet también está incluída, me siento gratificado de pasar de los 8 bits a las conexiones sin cables y en 3D.
Era fines de los años 80', cuando un primo me asombró con su Atari. Ni bien lo jugamos con mi hermano, quedamos prendidos de "Bobby go Home" y "Enduro". No pasó mucho tiempo para tener uno en casa. Consola con juegos incorporados, espacios para cassetes (que nunca compré) y un curioso joystick cuadrado, era lo más alucinante para mis 7 años.
A inicios de los 90' llegó el "Maxplay". Era la competencia del NES. Pese a ello, conocí a "Mario Bros", me convertí en un karateca con "Spartan X" y anoté muchos goles con los "Supercampeones". Pasaron apenas algunos años y tocó el turno del "Super Nintendo". La máquina y el juego de "Street Figther II" costó un ojo de la cara a mi papá. Recuerdo que llegué a tener una maleta llena de cartuchos y pasábamos horas con mis primos frente a la televisión.
Con mucha pena y ante una crisis económica familiar, vendimos todo lo relacionado al Supernintendo para que llegue a nuestras manos el Nintendo 64. El costo de los juegos -entre 40 a 60 dólares- provocó que solo tengamos "Shadows of the Empire".
Pasó algún tiempo y cansado de no tener el famoso Play Station 2, mi hermano se animó a trabajar por espacio de un mes en un Call Center para invertir todo su sueldo en la consola. Los juegos baratos facilitaron la diversión electrónica por algunos años.
A mediados del 2010 me compré el PS3. El renovado juego -llamado así por su tamaño y capacidad de 120 Gigas- es uno de mis objetos favoritos y pienso que lo tendré por un buen tiempo más.
Con 30 años, sigo jugando videojuegos y no me importa lo que digan los demás. Es casi un hecho que en un futuro disfrutaré de los renovados juguetes electrónicos y enseñaré a mis hijos la tecnología antígua para que ellos me muestren la nueva.
Era fines de los años 80', cuando un primo me asombró con su Atari. Ni bien lo jugamos con mi hermano, quedamos prendidos de "Bobby go Home" y "Enduro". No pasó mucho tiempo para tener uno en casa. Consola con juegos incorporados, espacios para cassetes (que nunca compré) y un curioso joystick cuadrado, era lo más alucinante para mis 7 años.
A inicios de los 90' llegó el "Maxplay". Era la competencia del NES. Pese a ello, conocí a "Mario Bros", me convertí en un karateca con "Spartan X" y anoté muchos goles con los "Supercampeones". Pasaron apenas algunos años y tocó el turno del "Super Nintendo". La máquina y el juego de "Street Figther II" costó un ojo de la cara a mi papá. Recuerdo que llegué a tener una maleta llena de cartuchos y pasábamos horas con mis primos frente a la televisión.
Con mucha pena y ante una crisis económica familiar, vendimos todo lo relacionado al Supernintendo para que llegue a nuestras manos el Nintendo 64. El costo de los juegos -entre 40 a 60 dólares- provocó que solo tengamos "Shadows of the Empire".
Pasó algún tiempo y cansado de no tener el famoso Play Station 2, mi hermano se animó a trabajar por espacio de un mes en un Call Center para invertir todo su sueldo en la consola. Los juegos baratos facilitaron la diversión electrónica por algunos años.
A mediados del 2010 me compré el PS3. El renovado juego -llamado así por su tamaño y capacidad de 120 Gigas- es uno de mis objetos favoritos y pienso que lo tendré por un buen tiempo más.
Con 30 años, sigo jugando videojuegos y no me importa lo que digan los demás. Es casi un hecho que en un futuro disfrutaré de los renovados juguetes electrónicos y enseñaré a mis hijos la tecnología antígua para que ellos me muestren la nueva.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario